Missionário da Consolata na Colômbia e no Equador...

segunda-feira, 25 de junho de 2012

LA SANTISIMA VIRGEN MARÍA EN LA VIDA DEL MISIONERO

Por Ssimbwa Lawrence, imc.[1]

Desde el punto de vista de la religiosidad popular de los fieles católicos, y más aún, en varios institutos de la vida consagrada y en la Iglesia por lo general, existe una convicción muy acentuada de que, la presencia de la Santísima Virgen María tiene una importancia sublime tanto para la vida espiritual como para la consistencia, la unidad y el progreso de toda la humanidad. Ese convencimiento está patentemente demostrado en la presencia de diversas devociones marianas, en las personas y varios institutos que llevan el nombre de María, y en el asiduo rezo del Rosario por un sinnúmero de los fieles católicos. La razón es que se ve en la Madre de Dios algo especial, es decir, un camino intercesor por medio del cual se puede llegar a la salvación traída por Jesucristo. Bajo ese respecto, cualquier persona consagrada para la misión no se detendría en hacer a sí misma esta interrogación: ¿Cuál es realmente el papel de la Virgen María en la vida del misionero y misionera? La respuesta de dicha pregunta no es tan fácil como se podría pensar, no obstante, para responder a ella, me vinieron estas ideas que trato de compartir a continuación.

Antes que nada, María es Madre de Jesús y por lo tanto, Madre de la Iglesia. La Iglesia siguiendo el ejemplo de Ella como una virgen que escucha, ora y se ofrece, así también se hace Madre que cumple con la misión confiada. Ella entendió muy bien su misión y la cumplió con fidelidad. Por ello, se dedicó totalmente a Cristo y a su obra por toda su vida. Ella formada y plasmada del Espíritu Santo, se consagra y sirve a Dios y a su Iglesia incondicionalmente. Debido a eso, en la vida y la misión que el misionero realiza, la Madre del Redentor debe ocupar un puesto fundamental. En asimilando la vida, los sentimientos, la entrega total y la plena disponibilidad de María hacia Dios, será posible proclamar y anunciar el amor de Dios y la realidad de Cristo Redentor y Salvador de toda la humanidad[2].

La Virgen María es el modelo del misionero y misionera por su actitud de escucha y de acogida ante la palabra de Dios. Vale acordar que en su vida aconteció un anuncio viviente de Jesús, así que conociéndola, tratándola familiarmente, imitando su actitud, sentimientos y virtudes, el misionero debe ponerse en tal disponibilidad de suerte que el Espíritu que actuó en Ella siga presente en él para animarle y darle fuerza a fin de cumplir fielmente la misión de proclamar el Reino de Dios.

Acerca del discipulado de Jesús, María es la primera discípula de Cristo y la primera formadora de los cristianos. De esta forma, Ella es la formadora por excelencia de la fe. La Madre de Dios como nadie le puede ensenar al misionero a orar con esa confianza, con ese abandono, y con esa disponibilidad necesaria. Todo eso se resume en “Hágase en mí según tu palabra[3].” Ella, en este sentido, enseña al misionero y misionera y a cualquier seguidor del Nazareno abrirse a la Palabra y cogerla en su corazón a fin de que pueda ser una semilla fecunda en su vida personal. Eso da a entender que la Madre de Cristo acompaña la misión de la persona consagrada como ha acompañado la de los apóstoles desde el tiempo de pentecostés.[4]

Del SI de María, el misionero aprende a entregarse por completo a Dios Padre. La Madre del Redentor es la primera de los redimidos y salvados por Jesús. Su sí es el más profundo y comprometido que se haya pronunciado[5]. Éste debe animar y ayudar al apóstol caminar con entusiasmo en todo el itinerario de identificarse con el Nazareno. Se desprende todo eso del sí de la Anunciación. Un sí lleno de gracia donde representa a toda la Iglesia y a toda la humanidad. Es ese sí que debe dar a todos los misioneros y misioneras la energía para cumplir su misión específica.

No se puede decir que María fue un instrumento pasivo en la historia de la salvación de la humanidad. Pues sí, no lo fue. Ella cooperó en la salvación de los hombres con fe y  obediencia libres al plan salvífica de Dios[6]. El misionero siguiendo su ejemplo, ha de ser miembro activo, asumiendo la propia responsabilidad con alegría y generosidad, aceptando muy agradecido todo cuanto el Señor le dona para cumplir su misión en la Iglesia.

La Virgen María es la Madre y modelo de los cristianos debido a que cada persona está confiada a María según el propio carisma y vocación. De ahí que, Ella como Madre acompaña a los misioneros y misioneras en la misión que Cristo les ha confiado. La Santísima Virgen María en el camino que éstos y éstas recorren para anunciar a Cristo, les acompaña y les hace sentir seguros de ir siempre adelante con ánimo prolongando la misión de Cristo, el único Redentor del mundo.

Nadie pondría en tela de juicio el hecho de que, la Santísima Virgen María es el modelo sublime de la perfecta consagración por su pertenencia plena y entrega total a Dios. Por haber sido elegida por Dios que quiso realizar en Ella el misterio de Encarnación, recuerda a los consagrados y consagradas la primacía de la iniciativa de Dios. Esta iniciativa de Dios en María hace que el misionero y todos los consagrados y consagradas tengan en cuenta que su vocación no es meramente humana, sino, una elección excelsa que procede de Dios. Es Él quien llama a uno en libertad para consagrase a la misión. Bajo ese respecto, se debe acordar de las palabras de Jesús: “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y ese fruto permanezca.”[7] De igual manera, la Madre del Salvador siendo el templo del Espíritu Santo, los consagrados y consagradas la toman como ejemplo perfecto de la consagración al Padre, de unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu Santo. Así pues, identificarse con el tipo de vida evangélica en pobreza y virginidad de Cristo significa, sin lugar a dudas, asumir también el tipo de vida de la Virgen María.
En la Santísima Virgen María, el misionero y todos los consagrados y consagradas encuentran una Madre por título muy especial. Es importante tenerlo presente que la Madre de Dios recibió una nueva maternidad en el calvario. Ésta es un don especial para todos los cristianos, pero se vuelve un valor muy específico para quien ha consagrado plenamente la propia vida a Cristo. Las palabras consoladoras de Jesús al discípulo a quien Él amaba, “ahí tienes a tu madre,[8]” asumen una profunda particularidad en la vida de la persona consagrada. Esta llamada de Jesús a Juan a acoger consigo a María, amándola e imitándola con la radicalidad propia de su vocación y experimentando una especial ternura maternal, ahora está dirigida al misionero y misionera de hoy. Por consiguiente, se puede colegir que la relación filial con María es el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud.


[1] El escritor se halla en la misión de Palma Roja (Vicariato de San Miguel de Sucumbios- Ecuador) haciendo el año de servicio al Instituto.
[2] Cfr. Espiritualidad Misionera II, Obras Misionales Pontificias de Colombia, 39.
[3] Lc 1, 38.
[4] Cfr. Hech 1,14
[5] Cfr. Espiritualidad Misionera II, 40.
[6] Cfr. LG, 56.
[7] Jn, 15, 16.
[8] Jn, 19,27.

domingo, 10 de junho de 2012

Novena a N. Sra. Consolata

1º Dia - Novena Consolata (11 de junho)



Maria, Você é a Consolata, aquela que consola, porque também foi consolada por Deus, ao ser chamada para ser a Mãe de Jesus Cristo, o consolador da humanidade. Quem não percorreu primeiramente o caminho, não pode orientar os outros. Quem não foi consolado, não pode consolar. Pedimos, ó Deus, que pela intercessão de Maria Consolata, nos dê a graça de experimentar a consolação do Seu amor e aprender nossa missão de consolar todos os que estão aflitos.

Pai nosso … Ave Maria … Glória ao Pai…

Virgem Consolata, Rogai por nós!


Oração: Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.


2º Dia - Novena Consolata (12 de junho)

Na cruz, Jesus disse a Maria: “Mulher, eis aí o seu filho”. Depois, disse ao discípulo: “Eis aí a sua mãe” (Jo 19,26-27). Se experimentamos a consolação de Deus, devemos nós também oferecê-la a quem necessita. Maria, Você é a nossa Mãe e espera que façamos gestos concretos de consolação.

As mães, muitas vezes sofrem porque seus filhos não andam por uma boa estrada. Elas oram e sempre esperam que eles repensem, reconsiderem a sua vida e retornem ao caminho do bem. Ouçamos nós também o convite de nossa Mãe e ofereçamos a ela a consolação que merece, vivendo uma vida de acordo com os ensinamentos do Seu Filho Jesus.

Pai nosso … Ave Maria … Glória ao Pai…

Virgem Consolata, Rogai por nós!


Oração:

Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.


Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.


3º Dia - Novena Consolata (13 de junho)


“Meu Filho, por que Você fez isso? Seu pai e eu andávamos à sua procura, cheios de aflição” (Lc 2, 48). Maria, Você é a mãe cheia de ternura que se preocupa com todas as situações concretas de nossa vida. Está perto de nós e quer que também nós vivamos sempre perto de Você. Nós lhe imploramos que nos ajude a enfrentar os perigos da vida cotidiana.

Nós nos confiamos ao seu carinho e proteção.

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...

Virgem Consolata, Rogai por nós!

Oração:

Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.


Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.



4º Dia - Novena Consolata (14 de junho)

“O verdadeiro desejo de Maria é salvar as almas. Ela tudo faz para que o sangue do seu Filho não tenha sido derramado em vão. Se alguém quiser se salvar sem passar por Maria, engana-se” (Bv. José Allamano).

Este desejo, a nossa Mãe Consolata não realiza sozinha. Ela quer a nossa cooperação para que se cumpra o mandato de Jesus: “Ide por todo o mundo, anunciai a Boa Nova” (Mc 16, 15). Nós vos pedimos ó Deus, pela intercessão de Maria, a graça de nos tornarmos verdadeiros discípulos missionários de Jesus para toda a humanidade.

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...

Virgem Consolata, Rogai por nós!

Oração:

Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.


5º Dia - Novena Consolata (15 de junho)

“...me proclamarão bem-aventurada todas as gerações” (Lc 1, 48). “Eu creio que faltaria ao meu dever e ao meu carinho especial para com Maria, se não aproveitasse todas as oportunidades para falar dela” (Bv. José Allamano).

Mãe Consolata, ajuda-nos a aproveitar a ocasião da sua festa, para louvar, agradecer e fazer nossos pedidos: que a sua presença faça parte do nosso dia a dia. Ensina-nos a dizer cada dia: “Feliz é você que acreditou no Senhor” (Lc 1,45), para que também nós possamos ser felizes por acreditar e aceitar a vontade de Jesus.

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...

Virgem Consolata, Rogai por nós!

Oração:

Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.


6º Dia - Novena Consolata (16 de junho)

“Quem quiser tornar-se santo sem Maria, está querendo voar sem asas. Sem Maria não se faz nada” (Bv. José Allamano). Jesus nos entregou a sua mãe para que ela nos ajude em nossa caminhada.

Ó Mãe Consolata, interceda por nossas necessidades, amoleça o nosso coração às vezes duro e insensível, e abre-o ao seu amor e ao amor de Jesus.

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...

Virgem Consolata, Rogai por nós!


Oração:
Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.


7º Dia - Novena Consolata (17 de junho)

“A Virgem Maria é Mãe. Ela em Deus e com Deus pode tudo. Ela é a tesoureira e dispenseira de todas as graças” (Bv. José Allamano).

Quem entre nós não precisa de graças, favores e da bênção de Deus? Quantas vezes nos sentimos cansados, fracos, necessitados de alguém para nos confortar! Nós pedimos, ó Mãe Consolata, que interceda junto a Deus, os favores que mais precisamos neste momento; para nós e para todos os que partilham a nossa vida de cada dia.

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...

Virgem Consolata, Rogai por nós!

Oração:
Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém.


8º Dia - Novena Consolata (18 de junho)

“A Virgem Maria, tem muitos títulos; mas ela é uma só. Nós devemos ter uma especial devoção por este título de Consolata. Devemos sentir-nos honrados em tê-la por nossa Padroeira” (Bv. José Allamano).
Ó Mãe Consolata, que sintamos orgulho de poder lhe amar e honrar com este nome. Hoje o mundo precisa tanto de consolação e de esperança. Suplicamos: continua oferecendo a todos a única e verdadeira consolação, Jesus Cristo; e que nós sejamos instrumentos de Deus para aliviar as dores e os sofrimentos dos desconsolados.

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...


Virgem Consolata, Rogai por nós!

Oração:
Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém


9º Dia - Novena Consolata (19 de junho)

“Não tenhamos medo de ser muito devotos de Maria, de honrá-la em demasia” (Bv. José Allamano).

Querida Mãe Consolata, ao terminar esta novena, queremos agradecer todo o seu amor para conosco e para com os nossos amigos. Obrigado por ter atendido nossos pedidos! Colocamo-nos em suas mãos, para nunca nos sentirmos sozinhos. E lembre-se que uma mãe nunca se esquece de seus filhos, ainda que, por vezes, eles esqueçam de sua mãe. Abençoa-nos!
 

Pai nosso ... Ave Maria ... Glória ao Pai...
 

Virgem Consolata, Rogai por nós!

Oração:
Ó Deus, que por meio da Virgem Maria quisestes dar-nos a verdadeira consolação, Jesus Cristo, concedei a nós que a veneramos com o título de Consolata, colaborar com Ela na obra da Redenção. Por Cristo, Senhor Nosso. Amém.

Oremos: Senhor Jesus Cristo, em vossa inefável providência quisestes que tudo recebêssemos por meio de vossa Mãe Maria, fazei que, ao venerá-la com o nome de Consolata, mereçamos sempre gozar a alegria e o conforto do seu auxílio e proteção. Vós que sois Deus, com o Pai, na unidade do Espírito Santo. Amém
 

Oração a N.Sra. Consolata

Oprimido por tantas angústias, a vós recorro ó Virgem Maria.
Vós sois no Céu a Rainha dos Anjos e dos Santos,
mas aqui na terra quereis ser a Mãe da Consolação.
Por isso eu vos peço somente a Consolação... (faça o pedido)
Mãe Dulcíssima, vós sabeis o modo, conheceis o caminho para ouvir-me
por isso confio plenamente em vós,
dizei uma palavra a Jesus que com tanto amor e carinho trazeis em vossos braços e eu provarei a alegria do Conforto.
Ser-me-á mais suave a dor, mais serena a morte.
Assim seja.

Oração ao Bem-Aventurado José Allamano
Ó Deus, nós vos agradecemos por terdes suscitado na Igreja o Bem-aventurado José Allamano, tornando-o testemunha da vossa bondade, formador de sacerdotes e pai de missionários, para o anúncio do Evangelho aos povos.
Concedei-nos os favores que vos pedimos por intercessão do vosso servo, que distribuiu na terra a consolação de Maria.
Fazei que seu exemplo nos anime a procurar a vós acima de tudo e o bem dos irmãos. Amém.


FONTE: www.consolata.org.br

sexta-feira, 8 de junho de 2012

Missão em uma visão teológica nos dias atuais

Por: Edil Tadeu Pereira França - LMC

LIDERANÇA MISSIONÁRIA:
Servir ao Evangelho não deve ser considerado como uma aventura solitária, mas como um compromisso compartilhado de toda comunidade, assumir portanto a MISSÃO, que se orientada apenas pela caridade, corre o risco de reduzir-se a mera atividade filantrópica e social, caso se desvincule do ato de amor divino poderá reduzir-se a mera atividade. A missão nasce do coração transformado pelo amor de Deus, naqueles que testemunham inúmeras histórias de santos e de mártires, que de diferentes maneiras gastaram sua vida ao serviço do Evangelho.
“O amor, é o que permanece como verdadeiro motor da missão”, e para ser um missionário de fato é preciso ter consciência do amar a Deus com todo o próprio ser a ponto de entregar, se for necessário, a vida por Ele; ser missionário significa debruçar-se, como o bom Samaritano, sobre as adversidades de todos, de forma especial dos mais pobres e necessitados, porque quem ama com o Coração de Cristo não busca o seu próprio interesse, mas unicamente a glória do Pai e o bem do próximo.
Foi o próprio Jesus quem incumbiu “os escolhidos” de testemunhar perante o mundo esse mistério: “Então ele abriu a inteligência dos discípulos para entenderem as Escrituras, e disse-lhes: ‘assim está escrito: o Cristo sofrerá e ressuscitará dos mortos ao terceiro dia, e no seu nome será anunciada a conversão, para o perdão dos pecados, a todas as nações, começando por Jerusalém. Vós sois as testemunhas dessas coisas’” (Lc 24,45-48). O Evangelho de Mateus apresenta o mandato de levar ao mundo a pessoa de Jesus de modo que todos se tornem seus discípulos: “Jesus se aproximou deles e disse: ‘Foi-me dada toda a autoridade no céu e na terra. Ide, pois, fazer discípulos entre todas as nações, batizai-os em nome do Pai, do Filho e do Espírito Santo. Ensinai-lhes a observar tudo o que vos tenho ordenado. Eis que estou convosco todas os dias, até o fim do tempo’” (Mt 28,18-20).

Esses mandamentos de Jesus Cristo estão na raiz da existência da Igreja. “A Igreja, enriquecida com os dons de seu Fundador e observando fielmente Seus preceitos de caridade, humildade e abnegação, recebeu a missão de anunciar o reino de Cristo e de Deus, de estabelecê-lo em todos os povos e deste Reino constitui na terra o germe e início. Entrementes ela, enquanto cresce paulatinamente, anela pelo reino consumado e com todas as suas forças espera e suspira unir-se ao seu Rei na glória” (Concílio Vaticano II, Const. Dogm.Lumen Gentium, 5). É fundamental, entretanto, que segundo essas mesmas circunstâncias cada um se entregue de corpo e de alma à sua tarefa apostólica, missionária e evangelizadora, seja ela qual for. E o Evangelho é a escola da missão e tem irresistível destinação universal. Ele não pode ser detido, ele não deve ficar enclausurado. Esta dinâmica inata do Evangelho aparece na própria vida de Jesus, e no caminhar posterior da Igreja. E precisa retomar hoje novo impulso, como missionários que assumem o batismo!
Sabendo que Jesus passou por sucessivas superações de limites, que pretendiam impedi-lo de levar adiante sua missão evangelizadora, nós também precisamos nos sentir livres para evangelizar, rompendo resistências, subvertendo hierarquias, derrubando preconceitos, desmascarando hipocrisias, proclamando a nova ordem do Reino de Deus; colocando-nos inteiramente à serviço do Evangelho empenhando por completo nossas vidas, até o seu testemunho final, colocando para sempre o fundamento da perenidade da mensagem evangélica, sempre atual e indispensável para a humanidade, " em todos os lugares e em todos os tempos".
A MISSÃO E A IGREJA NO MUNDO DE HOJE
A Igreja precisa recuperar os ares da missão, sendo nosso dever romper as amarras culturais que a fez fechar seu olhar para um mundo cheio de indagações e incertezas; pois caso São Paulo retomasse hoje os caminhos da missão, não seria mais um "macedônio" que lhe apareceria em sonho, chamando-o para pregar o Evangelho em terras européias. Seria certamente um tibetano, um chinês, um vietnamita, um africano, e quem sabe um outro irmão brasileiro; afinal se levantaria um coro pluriforme de diferentes raças e culturas, ansiosas por acolherem as sementes genuínas do Evangelho de Jesus. Mas aí está hoje a nova encruzilhada para a Igreja. Ela não pode repetir os condicionamentos de Nazaré, de Cafarnaum e da circuncisão. A cultura do novo mundo, que soube acolher o Evangelho, não pode agora se tornar uma redoma, que condiciona a expansão do Evangelho para o mundo inteiro. E nós, comunidade missionária no mundo, nos perguntamos: “Quais são esses problemas e qual é a solução que podemos oferecer ao mundo, à humanidade e a Igreja?”
Quando somos chamados a lutar pela justiça da ressurreição e “confiar” naquele Deus que se encarnou nesse mundo para que tenhamos “vida em abundância” (Jo 10,10); a Igreja nos coloca diante do quadro da “missão”, onde distinguimos sob a visão de destinatários e dos agentes – sete ou oito dimensões diferentes. Missão pode significar “testemunho no mundo”, “pastoral missionária”, “nova evangelização”, “reevangelização”, “ecumenismo”, “diálogo inter-religioso”, “missão ad gentes”, “missão inter gentes” e “missão além-fronteiras”. Todas estas atividades missionárias, no seu conjunto, configuram “a missão da Igreja no mundo”. São pedrinhas que constituem o mosaico da missão universal da Igreja. “A comunidade missionária para a humanidade”, a “missão ad humanitatem”, é dirigida a todos os credos, porque “a Evangelização dirige-se também à própria Igreja”, segundo o “Instrumento de Trabalho” (n. 20);cujos agentes devem deixar de lado determinados preconceitos, tornando nossa missão direcionada a todas as culturas, nações, classes sociais e faixas etárias.

Poderíamos então perguntar: Esse tema não é amplo demais? Essa amplitude não nos faz esquecer os nossos problemas específicos? Onde fica a nossa identidade católica junto ao ministérios, aos leigos e o diálogo ecumênico e inter-religioso? Certamente todas essas partes e seus eixos transversais (cf. IdT 1 e 13) serão retrabalhados nos grupos de discussão e estudos, ou em outras exposições da caminhada dos grupos missionários ou das pastorais que necessitam ser um novo eixo integrador do pensamento eclesial. Nesta hora é que nos deparamos com os quebra-cabeças e suas relevâncias, fazendo com que o sonho do discípulo missionário se para questões específicas da realidade particular das nossas Igrejas.
Nossa tarefa, é costurar aquele fio que dá conta de um mundo humano e de uma responsabilidade missionária em expansão, como o próprio cosmo. É preciso ver três dimensões no caminho da nossa responsabilidade missionária e o contexto local do mundo no qual desenvolveremos nosso papel:
1) A relevância da comunidade missionária para a humanidade que brota da “natureza missionária da Igreja”.
2) Pedras preciosas e pedras de tropeço no caminhar da comunidade missionária ao encontro da humanidade.
3) Nosso compromisso com a humanidade.
1) E passaríamos a focalizar estas três dimensões tendo o argumento da “natureza missionária” como sendo algo interno da Igreja, que afirma a necessidade e continuidade permanente do paradigma missionário. Essa mobilização missionária não deve considerar como algo extraordinário, nem como prerrogativa de uma ou outra Igreja local ou de setores pastorais ou movimentos específicos. Segundo o Vaticano II, a natureza missionária faz parte da normalidade e da razão de ser eclesial: “A Igreja peregrina é por sua natureza missionária. Pois ela se origina da missão do Filho e da missão do Espírito Santo, segundo o desígnio de Deus Pai” (AG 2).
2) Os novos textos interpretativos na Igreja, insistem em devolver a cotidianidade missionária à Igreja em todas as suas instâncias. Também o discurso teológico deve ser marcado pela natureza missionária da Igreja, e representa não uma disciplina entre outras, mas uma teologia da missão que permeia todas as matérias teológicas. Assim encontraremos as Pedras preciosas e pedras de tropeço no caminhar da comunidade fazendo um estudo mais detalhado a partir da Teologia da Missão e ao mesmo tempo, na teologia fundamental e pastoral, pois apenas discursar sobre os núcleos onde nascem a força missionária torna algo “performativo” e não somente “informativo” transformando a vida eclesial.
3) O Nosso Compromisso com a humanidade no mundo globalizado sem fronteiras geográficas e políticas, não tem mais para onde exportar a miséria. Todos os países a reproduzem no interior de suas próprias fronteiras. Isso nos possibilita e obriga também a globalizar a solidariedade e a busca comum de alternativas. Portanto nos aponta para uma busca incessante de globalizar a esperança e de afirmar que existem alternativas. Pois os problemas levantados foram criados pela própria humanidade, o que nos dá a esperança, que a própria humanidade nos ajude a conseguir uma solução. Acreditamos que um outro mundo é possível, porque o tripé entre crescimento econômico, segurança social e democracia política não funciona, nem oferece uma perspectiva universal.
A UNIVERSALIDADE DA MISSÃO SOB A ÓTICA DA LIDERANÇA MISSIONÁRIA.
É importante que a universalidade da missão (não-exclusão, participação de todos, confins do mundo) não esquecendo-se das diferenças nos contextos da humanidade, pois também os projetos históricos de cada grupo étnico-social terão a característica de uma "causa" que pode ser defendida por todos. Também a universalidade contextual dos povos mais sofridos pressupõe o longo caminho da construção de um projeto comum. Sem esse projeto, mediado por valores universalmente concordados como justiça, solidariedade, igualdade, liberdade, participação e tolerância, também os projetos históricos dos grupos sociais precisam ser lembradas e embutidas como causas do Reino. As causas do Reino representam os desafios de uma comunicação intercultural com os diferentes: com saberes populares e laicos, com experiências religiosas, com temporalidades diferentes, com hierarquias diferentes e com visões e valores diferentes face à produtividade econômica. Mas, somente com uma visão teológica missionária, regional e descontextualizada se consegue dar conta dessa complexidade da natureza missionária.
A universalidade da missão “tanto mais promove e exprime a unidade do gênero humano quanto melhor respeita as particularidades das diversas culturas” (GS 54). A universalidade missionária cresce com a proximidade que é "cognitiva" em sua memória, "sensitiva" em seu olhar e em sua escuta, e "emocional" em sua compaixão além de fazer a ponte entre o caminho da libertação e a inculturação, cujo paradigma da libertação visa à não-exclusão, e a participação de todos pela universalidade da justiça, da solidariedade e do amor. Não podemos deixar de compreender que a universalidade vista a partir de um horizonte das causas do Reino entendo-se como tal, a alternativa aos grandes discursos e projetos que emergem da globalização econômica (competitividade, lucro-benefício, consumismo), como articulação de múltiplos projetos de vida, que une a responsabilidade universal, pelo conjunto da humanidade e do planeta Terra. O anúncio e a prática universal do amor maior e o anúncio do Reino como "libertação do cativeiro da corrupção" (Rm 8,21; LG 9), por ser anti-sistêmico, é para todos.
Pelo aspecto da UNIVERSALIDADE na MISSÃO sob a ótica da Liderança Missionária, é preciso derrubar os muros, marcados pela “corrupção do pecado”, significando recuperar a imagem de Deus nos rostos humanos e a comunicação livre entre iguais e diferentes. Nesse processo que religa a ordem da redenção à ordem da criação, Jesus histórico e pós-pascal se coloca ao lado da samaritana, do migrante, do leproso, do pobre, da outra e do pecador. Ele constrói unidade a partir da assunção e da articulação da humanidade mutilada em seus contextos e nos confins dos seus mundos. Diante das “feições sofredoras de Cristo” nas feições da humanidade em “situação de extrema pobreza” (Puebla 31ss), onde o despojamento da encarnação e redenção assume sua relevância histórica e salvífica, caem todos os muros. É bom lembrar, Jesus não foi pedreiro; não construiu muros; mas na realidade Ele foi carpinteiro, fez portas e janelas. E a missão deve se fazer forte na construção da unidade emperrada muitas vezes pelos “muros da separação” (cf. Ef 2,14), pois “Anunciar Boa-Nova aos pobres” significa derrubar muitos muros de separação que a sociedade permitiu construir, não só entre países, mas também no interior de cada Estado e pessoa. Ao contar a parábola do bom samaritano (Lc 10,25ss), respondendo à pergunta sobre o que se deve fazer para obter a vida eterna, Jesus propõe derrubar não só o muro étnico entre samaritanos e judeus, entre mestiços impuros e judeus puros, o muro clerical entre sacerdotes e leigos, mas também o muro entre seita marginalizada e religião oficial, entre justos e pecadores, entre discurso e práxis, entre verdade e amor. Seguir a “falsa” religião dos samaritanos não impede, segundo a parábola, fazer o certo diante de Deus. O certo e decisivo para a vida eterna não é a pertença ao grupo certo, mas se chama prática da justiça maior e da caridade, articulação da diversidade não-excludente e superação de diferenças exclusivas.
A VISÃO DO MOMENTO MISSIONÁRIO SOB A ÓTICA DA LIDERANÇA.
A missão não desemboca num puro pensamento, nem em um puro ato de fé, ou como uma doutrina revelada. O seu objetivo não é que as pessoas e os povos reconheçam a verdade da revelação, mas que entrem num agir pessoal e coletivo realizando pelo seu agir o crescimento do reino de Deus neste mundo. É um processo de libertação tendo por finalidade a procura do lugar de cada um, de cada comunidade, de cada povo ou de cada religião, enfim, da humanidade toda nesse processo. Pois cada um e cada povo são chamados a agir de modo particular, específico, único dentro do processo em que nada se repete tudo avança e cada um é original. Não se trata da submissão de todos de maneira igual à mesma doutrina, pois seria uma forma impositiva, autoritária, mas é preciso pensar no novo espaço teológico e de igreja a fim de que não produza objetos contrários à pratica da eclesiologia reinante no meio de hoje.
Ao estabelecer uma continuidade entre a missão de Deus e a missão da Igreja. É necessário perceber que esta Igreja sendo vista como realizadora da missão de Deus e não apenas como receptora e divulgadora de uma doutrina sobre Deus e vinda de Deus, precisa então rever esta condição, não continuando apenas na concentração e na manutenção de uma cristandade, mas olhando para o mundo exterior e redescobrir que a sua vocação está em evangelizar todos os povos e não manter apenas os restos da cristandade, sempre apontado para os mais pobres, pois agindo desta forma ele estará inclusive aumentando o declínio da sua importância numérica no conjunto da humanidade.
É preciso rever completamente o conceito de “missões”, principalmente nos últimos tempos, pois a atualização da doutrina da missão ora feita por representantes dos antigos missionários, ou das congregações ditas missionárias; precisa se preparar para a inserção dos leigos e leigas missionários; pois ainda essa é a situação em muitos países. No entanto, os fatos novos nos obrigam e mudar radicalmente a estrutura da “do grande mundo das missões”: deve fazer um reestudo nas bases da revisão dos tratados de Deus, de Jesus Cristo, do Espírito Santo, da Igreja, da Graça, da escatologia, enfim, da totalidade da teologia que foi ensinada nos últimos séculos.
Desde o Concílio Vaticano II, o povo de Deus começou a tomar consciência de que a Igreja toda é missionária e que ela não tem outra razão de ser que não seja a missão, isto é, o envio a todos os povos. O documento Evangelii nuntiandi enunciou esse tema com muita força e desde então todos os Papas e todos os bispos repetem que a razão de ser da Igreja é a evangelização do mundo. Na prática, tudo é um pouco diferente. Depois de proclamar que a sua razão de ser é a missão, continuam administrando as mesmas coisas de sempre dentro do público tradicional. De qualquer maneira, existe a consciência clara de que a Igreja se define pela missão. Por isso é necessário ver que o Reino de Deus é uma nova sociedade em que as relações entre os seres humanos sejam de serviço, mesmo sabendo que quem quiser a justiça, será taxado de comunista, ladrão, subversivo, imoral, mesmo em casos tão evidentes como a reforma agrária, onde os proprietários defendem as suas terras, inclusive matando; contrariando a forma de amor que é comum a todos nospassada pelo evangelho.
Diante desta igreja que vive reanunciando para um povo fiel, entendemos que não se pode viver sem religião, mas muitos vivem sem o evangelho ainda que sejam religiosos. Esta é a situação em que se acha a missão. A missão precisa ser bem clara, bem distinta da religião para não manter os ouvintes na ignorância do verdadeiro Jesus. A missão não pode ser propaganda religiosa, embora essa propaganda seja muito mais fácil e tenha muito mais êxito do que o anúncio do evangelho. A propaganda religiosa é o caminho largo, agradável, exitoso. A pregação do evangelho é o caminho estreito. Pois o anúncio do evangelho obriga os cristãos a uma reconversão permanente da sua vida para que não esteja prisioneira de uma religião. As pessoas que usam símbolos religiosos cristãos acham, com muita ingenuidade, que são discípulos de Jesus, mas os verdadeiros discípulos se reconhecem na prática do amor.
A missão não é a transmissão de um sistema religioso, nem a integração das pessoas num sistema religioso. A missão tem por objetivo comunicar a todos a mensagem de Jesus, o anúncio de uma libertação, a maior alegria do mundo. A missão é comunicação com pessoas. Consiste em trazer alegria, confiança, esperança às pessoas. Parte da situação em que cada pessoa está, e, por isso, apresenta a mensagem de Jesus na sua realidade, a mensagem das bem-aventuranças no linguajar que cada pessoa entende. A missão é vocação para a liberdade. Não é conquista, mas um dom de vida; por outro lado a RELIGIÃO OFICIALIZADA para administrar a evangelização sempre é vista como conquista: ela quer resultados numéricos: mais batismos, mais comunhões, mais livros vendidos, mais procissões, mais pessoas nas missas e assim por diante. Ainda há muitos católicos que acham que a missão consiste em aplicar o direito canônico,fazendo confusão entre doutrina, evangelização e missão, buscando tornar nossa igreja extremamente conservadora.
A MISSÃO APLICADA NO MUNDO
A missão, antes de ter uma conotação humana que fala da tarefa da igreja, antes de ser da igreja, é de Deus. Esta perspectiva nos guarda contra toda atitude de auto-suficiência e independência na tarefa missionária. Se a missão é de Deus, então é dele que a igreja deve depender na sua participação na tarefa. Isto implica numa profunda atitude de humildade e de oração para a capacitação missionária. Por outro lado, se a missão é de Deus, temos a segurança de que é Deus quem está comandando a expansão do seu reino, nos seus termos, e isto nos dá plena convicção de que ele realizará os seus propósitos.
Então, esta perspectiva da pertença a Deus também nos guarda contra todo escapismo deste mundo para um plano espiritual além; de toda passividade e comodismo. A missão de Deus não inibe a atividade do seu povo, mas dinamiza-a. Se foi Deus quem escolheu, fica patente que escolheu um povo para, através dele, realizar sua missão. A igreja passiva quanto ao seu envolvimento missionário não poderá invocar a soberania exclusiva de Deus como justificativa pela sua passividade, pois o Deus soberano escolheu o seu povo para testemunhar. Usando um exemplo do Novo Testamento, era necessário que Pedro pregasse para Cornélio, muito embora o anjo que o precedeu bem pudesse ter anunciado o evangelho para este centurião (Atos 10). Para atingir alvos universais, a restauração de toda a criação, Deus escolheu meios particulares, um povo.
Se a tarefa missionária tem como o seu instrumento atingir um povo sofrido e marcado socialmente, é importante que isto se reflita na igreja como um todo. Celebrando o desejo atual de muitas pessoas no seio da igreja que querem abraçar e ampliar as suas parcerias com outras denominações, podendo assim atingir a massa que luta pelas desigualdades sociais e humanitárias. Acreditamos que o próprio testemunho missionário diante do mundo depende disto (Jo. 17.20-21). É também uma tarefa difícil e delicada que não poderá ser apressada. Entretanto, sem um ecumenismo bíblico e sadio, o testemunho missionário cai por água abaixo.
Haja visto que nem sempre na Historia, a missão da igreja refletiu o caráter justo, salvador e libertador de Deus, a dinâmica da missão nos guarda, por um lado, contra uma identificação completa dos programas missionários estruturais, deixando-nos a livre escolha das indagações do povo ou massa a serem atingidos, tendo em vista o propósito e missão global e integral de Deus e o conceito que às vezes se tem de missão da igreja. O que temos notado na realidade é certo triunfalismo que muitas vezes se evidencia nos slogans missionários que jamais poderá ser comparável com a adoção humilde do papel de missionário-servo do povo de Deus no meio das nações.
Sabemos que o homem não só é guardião do seu próximo, mas mordomo da própria criação em todas as suas múltiplas dimensões religiosa, social e ecológica; provendo instruções para o bem-estar de toda a criação e de toda a vida; e esta perspectiva nos aponta toda sorte de miopia missionária e isto implica então numa motivação e estratégia evangelística que procure ir não só para os mais distantes lugares, mas aonde quer que Cristo não tenha sido anunciado (Romanos 15.20), quer sejam grupos humanos negligenciados ou “escondidos” por perto, quer sejam povos não alcançados mais distantes. Mas o alcance da missão não pára com toda a raça humana. Também implica enquanto igreja assumir a luta por toda a criação. Problemas ecológicos como a seca no nordeste, enchentes no sul, desflorestamento da Amazônia, poluição do meio ambiente, o uso apropriado e a redistribuição de terras também devem ser tratados pelo povo de Deus. Fazem parte da sua missão. Que isto seja dever do governo não há dúvida, contudo a igreja antes, tendo uma restauração substancial da imagem de Deus nela, deve opinar e se envolver num testemunho para toda humanidade e toda a criação.
Desde o início do testemunho bíblico observamos que Deus age dentro e através de eventos concretos na vida dos seres humanos. Ele não se manifesta num plano contemplativo e fora deste mundo, mas dentro e através da história, Até mesmo a literatura apocalíptica, que enfatiza um contraste com este mundo, ensina que a intervenção futura e catastrófica de Deus será uma irrupção para dentro desta história e deste mundo. Embora enfatize descontinuidade com a progressividade natural da história humana, não transfere o cenário dos atos salvífico de Deus para um plano extra-histórico ou ultra-mundano. Apenas ressalta a opção sempre presente e futuramente iminente da intervenção divina na história, como sendo abrupta e extraordinária.
É importante crer que a perspectiva bíblica clareia e muito a tarefa ou a missão da igreja espalhada pelos continentes do mundo e que Deus atua num projeto histórico, a igreja tem uma boa base para se perguntar: “Onde, nos eventos históricos da realidade mundial, podemos discernir a mão de Deus?” Alguns podem entender isto como sendo uma secularização da fé. Não é intenção do líder missionário; pois em vez de reduzir a missão de Deus aos afazeres deste mundo, queremos discernir onde e como Deus poderá estar manifestando seu reino na nossa história. Implica na proclamação do evangelho para uma nova visão de arrependimento e conversão; implicando também em participar na luta pela justiça. Com os pés no chão, as mãos em oração e os olhos abertos à realidade multidimensional, a missão dá testemunho pela proclamação das boas novas e pela promoção de justiça de maneira concreta e visível.
Uma análise, até superficial, da situação socio-econômica na América Latina e no mundo cristianizado deixa a igreja sem desculpa quanto à sua missão neste mundo e nesta história; pois não podemos tolerar uma visão estreita e imediatista que sempre se acha para os desafios atualmente urgentes. Tal visão curta se alimenta duma escatologia superficial, se sujeita à tirania do urgente e evidencia cegueira histórica. Paulo, que desejava o retorno de Cristo, teria razão de pensar assim, mas não o fez. Sempre trabalhou com uma lógica de prazo para o seu desempenho pastoral e missionário. Necessitamos, portanto, duma visão larga, profunda e extensa do presente porque os desafios são eternamente urgentes, uma visão escatológica do agora baseado no passado distante e um futuro que é prerrogativa apenas de Deus (Atos 1.8, repare que o “mas” responde à tentação de identificar datas ou prazos temporais). Deus é o alvo da obra missionária e nos faz entender a própria definição da desta complexa obra; pois a obra missionária enfatiza a prioridade de alcançar povos, ou etnias não alcançadas. Isto se evidencia na repetida descrição bíblica da tarefa missionária em termos de etnias (Mateus 24.14; 28.18-20; Romanos15.19-21). Na Bíblia, a frase, panta ta ethn, significa “todas as nações” ou “todas as etnias”. A palavra na forma singular, ethnos, de fato, sempre se refere à coletividade dum povo ou duma nação. Nunca se refere a indivíduos gentílicos. O mesmo é geralmente verdade em relação a palavra na forma plural, ethn. A frase, panta ta ethn, quase sempre denota esta referência coletiva na Bíblia, também. Que a estratégia bíblica seja de alcançar especialmente as etnias não alcançadas é claro em Romanos 15.19-21. Para muitos cristãos, talvez até a maioria, esta estratégia não parece muito lógica. Antes alcançar todos os indivíduos ao nosso alcance e semelhantes culturalmente a nós, que procurar alcançar representantes de etnias que podem ser geográfica ou culturalmente distantes. Parece uma questão de mordomia de esforços. Este raciocínio parece, sem dúvida, bastante lógico e leva muitas igrejas a desconfiar da estratégia missionária de alcançar representantes de diversas etnias. Meu ponto é o seguinte: se fosse pelo amor humano pelo ser humano, nossa ênfase deveria estar na salvação de indivíduos que estão próximos, e isto, de fato, é a prática comum. O amor a Deus, entretanto, leva a outra conclusão, que acredito ser a bíblica: a ênfase na prioridade de etnias, e especificamente etnias não alcançadas porque: 1) há mais beleza e poder de adoração na unidade derivada da diversidade de povos que canta todas as partes de um hino a Deus do que no coro que canta uníssono (Salmo 96.3-4); 2) a fama, a grandeza, e o valor de um objeto de beleza aumenta na proporção da diversidade daqueles que reconhecem tal beleza; 3) a força, a sabedoria e o amor dum líder se magnífica na proporção da diversidade de povos que ele inspira para segui-lo; e 4) ao focalizar todos os grupos humanos do mundo, Deus está subvertendo o orgulho etnocêntrico que se baseia em alguns atributos distintivos que cada povo gosta de destacar. Ao invés disto, o orgulho etnocêntrico natural de cada povo dá lugar à graça imerecida de Deus.
Entre outras coisas, este princípio implica num preparo prolongado, diante tanto do tamanho quanto da urgência do trabalho missionário.Em Jesus Cristo, todo povo se beneficia da salvação que Deus dá; portanto, a misericórdia de Deus em estender a salvação para as nações é a suprema razão da obra missionária. É iniciativa e obra de Deus, portanto, nós, discípulos missionários, teremos toda razão em anunciar tão grande oferta. Enraizamos a razão da obra missionária não no ser humano, na sua carência de Deus, ou no seu amor para com aqueles que não têm Deus, mas a razão da obra missionária está firmemente enraizada na iniciativa e na misericórdia de Deus.
ESPIRITUALIDADE NA MISSÃO
O caminho da ESPIRITUALIDADE na missão é marcado, pelo seguimento de Jesus, pela pobreza evangélica e material. E, ainda mais, pela presença e serviço ao pobre. Inúmeros missionários e missionários têm marcado o próprio caminho no despojamento e na pobreza e, conseqüentemente, no serviço incondicionado aos pobres e por aqueles que sofrem. Porém a questão da pobreza passa por uma discussão de conceitos e consciência, porque nem todos tiveram a mesma consciência da realidade da pobreza. É preciso reconhecer que alguns viveram e praticaram a pobreza na perspectiva das obras de misericórdia, sem questionar os mecanismo da opressão e suas causas. Outros, com maior consciência, entenderam que a pobreza não representava o curso natural das situações, mas provocada por injustiça das estruturas e dos corações. Mas hoje, com uma maior consciência histórica e uma leitura mais conseqüente do Evangelho nos possibilitam focar a questão da miséria e da pobreza com um profetismo maior. O fato de se ter diferenças na compreensão e na consciência da questão da pobreza, não fica eliminado o ponto de partida que unifica a vida dos missionários e das missionárias. Mesmo com diferentes interpretações a opção evangélica pelos pobres representa uma constante da vida missionária.
Outra característica da espiritualidade missionária, é o sentido de "andar contra corrente", que muitas vezes somos levados a raciocinar como sendo "loucura missionária”, parte integrante da espiritualidade e da radicalidade em assumir a ação missionária, uma vez que o missionário, nas trilhas de Jesus, rompe qualquer tipo de fronteira e passa todas as fronteiras, sobretudo institucionais, com um amor evangélico incondicional pelos irmãos e pela causa. Porém A MISSÃO, em sua radicalidade e sua loucura, deve ser mantida sob controle, uma vez que a ótica do Reino e a paixão pelo sonho de Jesus fazem da espiritualidade missionária um caminho sem retorno.
Temos certeza que em qualquer experiência de Jesus acontece através da solidariedade com os abandonados, faz da experiência religiosa uma aventura romântica e intimista, mas não atinge o núcleo da experiência religiosa cristã. Dar a vida, como Jesus, é preciso, fazer-se companheiro dos despossuídos. E ao abraçar a causa do oprimido, despido de quaisquer preconceitos viver uma aventura missionária nem sempre teve uma perspectiva reino-cêntrica, o missionário precisa se resguardar em determinada forma eclisiocêntrica para junto com outros irmãos manter sua integridade, e fazer um REFORÇO maior ainda da perspectiva em tornar acreditável e visível o sonho do Reino. A assunção reflexiva e prática do ser missionário, não isoladamente, mas no interior de uma comunidade de irmãos e de um povo, faz a pessoa crescer na compreensão de suas possibilidades e limites, na felicidade despojada que liberta da escravidão dos desejos, e na capacidade de conviver com os mistérios da vida (mal, contingência, sofrimento, violência, morte).
Porém a aventura missionária em sua espiritualidade faz-nos viver a “paixão pelo Reino” (DA 152) e o sofrimento pelo Reino, nos propõe a continuidade histórica e memorial da caminhada dos pobres que não foi nem será em vão, e impõe a ruptura com o sistema capitalista neoliberal em gestos concretos, atraindo-nos a viver como estrangeiros sem muros e barreiras que dividem os povos. Não há uma única cultura como não há uma cultura que melhor expresse as potencialidades do Evangelho. O estrangeiro, justamente por não ser parte integrante de um grupo, pode contribuir para que o outro se compreenda em sua real dimensão, como um espelho que reflete o rosto do outro e lhe permite contemplar-se na sua real dimensão.
A presença missionária revela-se menos nas palavras contundentes e nas argumentações que convencem e mais na presença silenciosa de amizade, porém a Espiritualidade Missionária é vista na cidade como aquela que relativiza a arrogância de conhecer tudo e de ter a última resposta para tudo; mas na verdade a experiência com adquirida na diversidade do caminhar e os desafios fazem do missionário um caminheiro que busca e que encontra, que ensina e que aprende que oferece e recebe dons. O missionário é discípulo na itinerância e na busca do essencial.
O missionário busca através de seu viver, encontrar uma espiritualidade do caminho; pois o missionário desloca-se constantemente, acompanhando os passos inseguros e mutáveis do morador da cidade. Sai de casa de manhã cedo, percorre longos quilômetros, nos ônibus ou a pé, e se retira para um breve descanso nas noites cansadas, acompanhando o ritmo e as luzes da cidade. E a evangelização se dá mais através do testemunho de vida, da essencialidade das coisas, da desinstalação constante, do silêncio e do cansaço do caminho. O missionário urbano faz da própria vida uma constante comunicação personalizada da mensagem. Mesmo que use dos meios de comunicação social, a palavra dita é mais testemunhal. É uma palavra que ressoa junto a outros discursos, às vezes vazios e arrogantes, e preenche as frestas para dar sabor e sentido. É uma palavra que se torna carne na vida da pessoa da cidade ("O Verbo se fez carne").
Nos grandes centros sua forma de fortalecer o espírito, se dá diante de uma espiritualidade fortemente comunitária e eclesial. Onde se busca as relações e faz da Palavra de Deus e da Eucaristia o centro de uma vida fraterna, dom de Deus e construção do novo.
Portanto não apenas no mundo onde se pensa viver os conflitos é que o missionário encontra lugar para desenvolver sua ação missionária, mas dentro do espaço urbano, nas periferias, se encontra o rosto desfigurado do Cristo no irmão que sofre as conseqüências do lucro desalmado e das perseguições nas diversas formas de injustiças.
Enfim, trata-se de uma espiritualidade que, cada vez mais, está tomando um rosto e se fazendo, mas que precisa de mais tempo para se sedimentar. Tem a cor e o rosto da pessoa urbana, do sertão ou das terras ameaçadas pela ordem econômica, social e até religiosa; sem trair a inspiração profunda do Evangelho.
CONCLUSÃO
Viver hoje a missão é ultrapassar constantemente fronteiras que separam as línguas, etnias, culturas e religiões, além do crescente abismo entre ricos e pobres. As metáforas da missão se exprimem em termos de solidariedade, caminhada com os pobres, diálogo, partilha. Esta espiritualidade reclama a aceitação do pluralismo como bênção e oportunidade para construir um mundo diferente. As religiões não são barreiras, mas caminhos diferentes para Deus se manifestar. A missão exige do missionário grande disponibilidade e atenção constante aos sinais dos tempos, para discernir a ação do Espírito e tornar-se instrumento nas suas mãos. Já nos distanciamos da missão concebida como salvação das almas, ou como serviço à Igreja, com a finalidade de converter o maior número de pessoas à verdadeira fé ou de criar comunidades eclesiais, hoje as questões da vida e conceitos de sofrimento fazem parte da missão.
A Missão de Cristo foi proclamar e inaugurar o Reino de Deus, que envolve os homens e a Criação. A família humana tem origem divina; todos foram criados à imagem e semelhança de Deus e refletem sua imagem, cristãos ou não. Ninguém é excluído do plano da salvação, que é único e universal. A Missão da Igreja insere-se nesse projeto divino, que ultrapassa as fronteiras da Igreja e atinge as dimensões do Reino. Deus chegou a todos os povos, antes de o missionário ter chegado lá, “de um modo que só Ele conhece”. Encontramos no Decreto Conciliar Ad Gentes um retornar a Missão à sua verdadeira fonte: a Trindade. A Igreja é, por natureza, missionária, pois tem a sua origem na Missão do Filho e do Espírito Santo, segundo o desígnio do Pai (cf. AG 2). O Concílio situou a Missão na sua verdadeira fonte: ela nasce em Deus, é dom de Deus. A nossa colaboração missionária consiste apenas em deixarmo-nos envolver por esse dom; pois o missionário não é o protagonista da Missão, somente Deus o é. A iniciativa de Deus antecipa, acompanha e leva a bom termo a Missão. Antes de se entregar aos homens que quer evangelizar, o missionário se entrega a Deus, de quem está enamorado. São João desenvolveu esta teologia da Trindade como fonte da Missão. No prólogo do seu evangelho, ele declara a origem, a finalidade e as dimensões cósmicas da Missão do Verbo. Ao longo deste evangelho, a Missão do Filho comunica o profundo mistério do Pai. Essa filiação vai fecundar toda a história humana. Se, por um lado, a Missão está situada no coração da Trindade de Deus, por outro, tem o seu termo no coração do homem.
A conversão ao evangelho não vai mudar a identidade de um povo, nem fazer deles pessoas desenraizadas ou expatriadas. Antes de serem evangelizados, eles tinham os sinais do amor de Deus, que os chamou à vida e os criou à sua imagem e semelhança, até mesmo desconhecendo-o. A Criação é o primeiro gesto missionário de Deus. Com a encarnação de Jesus, que se faz homem e assume a condição humana, Ele completa, em cada um, essa filiação com que nos gerou, quando nos chamou à vida. O mistério da encarnação e da redenção não atinge só os batizados: toda a humanidade é tocada por esta graça. Nascida ali, a Igreja será filha do povo no qual entra; terá a sua cor e o seu modo de se situar no mundo. Será a história daquele povo, da sua cultura, do seu viver que Cristo vai assumir, como o fez na Palestina. Por isso, o modelo desta Missão é a encarnação de Cristo.
Não se trata, portanto, de aproveitar só alguns valores dispersos, e adaptá-los ao evangelho, mas de fazer transparecer o Cristo em todos os seus valores culturais. O Vaticano II voltou-se decididamente para o homem contemporâneo, e as situações concretas que este homem vive indicarão os passos que a Missão deve percorrer. É uma Missão contextualizada, interpelada por múltiplas fidelidades, com muitos rostos, tantos quantos são os caminhos percorridos pelo homem de hoje.
* Edil Tadeu Pereira França - LMC
( Assessor do CTP - Cotia, Ministro da Palavra , Teologo)