Missionário da Consolata na Colômbia e no Equador...

terça-feira, 24 de janeiro de 2012

Vida Comunitaria y Consejos Evangélicos

Por: Julio Caldeira, imc

No tengo mucha facilidad para colocar en el papel mis pensamientos, pero buscaré hacer de la mejor forma posible.

Cuando fue propuesto escribir sobre la vivencia de la Vida Comunitária y de los Consejos Evangélicos, me vino a la mente lo que dice la Constitución IMC 4: “El Instituto es una familia de consagrados para la misión ‘ad gentes’ por toda la vida, en comunión fraterna, en la profesión de los consejos evangélicos, y teniendo a María como modelos y guía”.

A partir de esto, reparto esta reflexión en cuatro partes:

1. “familia de consagrados para la misión ‘ad gentes’ por toda la vida”

Para mi, vivir en comunidad es como vivir en una nueva familia, que nos une por estamos de acuerdo acerca de la naturaleza y fin de la misión, que sería valorar y profundizar el compromiso vocacional y construir el Reino de Dios, buscando mantener la unidad de intentos (como planteaba el padre fundador José Allamano), conociéndose verdaderamente y conociendo los valores por el cuál quiero ofrecer toda mi vida: el seguimiento de Jesús en y para el servicio de los hermanos en la misión.

Para mí, entre tantos otros, , hay dos presupuestos importantes para la vivencia en familia:

1º: El sentido de pertenencia, o sea, sentirse verdaderamente parte de esta familia, el que faz crecer y querer el mejor para ella;

2º: El sentido de individuación, o sea, no basta sentirse miembro de la comunidad; es preciso tener el propio espíritu, tornándose una persona madura que aporta, con sus valores, a la comunidad (con iniciativas para el crecimiento de la comunidad), transformando las relaciones en un amor oblativo y desinteresado, o sea, buscando conocer y amar al otro respetando su autonomía, libertad, personalidad y aportando para el crecimiento mutuo y para superar las dificultades.

Para eso, tenemos expresiones de esta complementariedad (oración, formación, trabajo, reglamento, horarios, encuentros, correcciones fraternas, vacaciones, etc.), en espíritu de comunión (Conf. Const. IMC 24-25), abiertos al diálogo que nos ayuda a tener una visión clara y realista de nosotros mismos y de nuestro hermano… Como relación al superior, destaco la importancia de esto, como modelo y guía espiritual para la comunidad, pero veo que no es más una relación superior – subordinado, sino que una relación entre “hermanos”, donde cada no da y recibe mutuamente, poniendo los valores evangélicos como base de nuestra vida, ayudándonos a ser fieles a nuestra vocación de discípulos de Jesús.

Veo que para eso es importante tener justamente este líder/superior/maestro, que nos ayuda a interiorizar los valores, ayudando a cada uno a formar su propia identidad y mantener el grupo abierto a los valores y al signo de los tiempos. Como misioneros de la Consolata, tenemos una identidad propia (somos misioneros para la misión), que debe ser valorada y fortalecida durante la formación de base y siempre reforzada durante la formación permanente.

2. “en comunión fraterna”

Sé que en la comunidad hay realidades que causan conflictos; pero el importante no es tener conflictos, sino en como afrontarlos, haciendo del conflicto una oportunidad de conversión y crecimiento, tanto personal como comunitario, dentro de la madurez que se necesita para la buena vivencia y la construcción del Reino de Dios: “en la vida común queremos hacer realidad la palabra del Señor: ‘En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros’ (Jn 13,35); vivimos el misterio de la Iglesia, pueblo de Dios reunido por el Espíritu; maduramos y realizamos nuestra vocación de enviados a los hombres.” (Const. IMC 21)

Para mí, a partir de la opción en estar y hacer parte de los misioneros de la Consolata, un elemento muy importante es la composición multicultural de las comunidades, que nos abre al esfuerzo continuo de comprender al otro. “Se entra así en la dinámica de dar y recibir, un compartir que hace crecer en el diálogo, en la confianza mutua y en el reconocimiento de nuestra diferencias”.

El ambiente para eso es muy importante. Debemos tener en cuenta que las casas de formación y las comunidades misioneras del Instituto deben llevar el misionero (en sus distintas etapas de la vida) a buscar esta santificación, que no es puramente una idea o algo abstracto, sino que se da a través de la vivencia de los valores y con actitudes que nos revelen como auténticos discípulos de Jesucristo, que nos interpela que debemos “ser perfectos con el Padre del cielo es perfecto”(Mt 5,48). Mis grandes cuestionamientos son con relación a la vivencia de esta santidad que se da a nivel personal y que se debe motivar el la comunidad y ejemplo da cada uno.

Valoro mucho la elaboración de los Proyectos Personal y Comunitario de Vida como medio de se crecer como persona-misionero y como comunidad misionera.

3. “Profesión de los Consejos Evangélicos”

Directamente ligado a la vida comunitaria, están la profesión y vivencia de los consejos evangélicos, teniendo en cuenta que la vocación religiosa es algo dinámico, en la cual se tiene que redescubrir constantemente; es esto es importante tener en cuenta el porque y las verdaderas motivaciones para se vivir los consejos evangélicos (Castidad, Obediencia y Pobreza), que son medios, caminos para responder, de forma concreta, al llamado de Dios. Veo que los votos son mediaciones y no fines para la vivencia de la consagración, para la convivencia de la vida comunitaria fraterna y para la realización del apostolado y de la misión, que nos hacen vivir la santidad de vida.

Siento que los votos son seriamente cuestionados en la sociedad en que vivimos y que, infelizmente, algunos religiosos (as) perdieron el sentido para vivirlos. Personalmente, ahora tengo más convicciones para reflexionar y vivir los votos no como algo pesado, una carga…, sino como una forma de integración humana e iluminado pela fe en el evangelio y en el seguimiento de Cristo, con un nuevo modo de vivir estos valores humanizantes permanentes, con alegría y fecundidad: “Castidad que se hace alegría profunda, pobreza que se traduce en solidaridad y obediencia que es expresión de profundo respeto por la dignidad de la persona humana” (José Lisboa). A partir de esto, la vivencia de los votos tienen sentido para mí:

- Castidad: A partir de una verdadera madurez psicológica y afectiva, este voto tiene sentido; destaco también el valor de vivirla por la fe, con confianza en Dios, con prudencia, mortificación y valorando la vivencia de una sexualidad y afectividad saludables, interiorizando los valores, como la imitación de Cristo, busca de la santidad, servicio a los hermanos… Veo que es el voto más relativizado en algunos religiosos, precisamente porque vivimos en un mundo erotizado y secularizado, donde se cuestiona fuertemente este voto. Esto es un gran cuestionamiento personal. Busco dar sentido a partir de algunos valores y actitudes: fidelidad, superar la castidad orgullosa, confiar en la ayuda de las ciencias humanas, tener un ambiente favorable, educarse para el autodominio, la mortificación, cultivar la interioridad, una castidad pobre y considerando la persona en su totalidad (conf. José Lisboa).

- Pobreza: Directamente es el voto que tengo menos dificultad para pensar y vivir; vine de una familia pobre financiera y espiritualmente, o sea, no apegada a las cosas y con a vivencia de la caja común – ayuda mutua. Delante del mundo post moderno y la lógica del consumismo veo que es importante tener la capacidad de ir más allá del aspecto económico, teniendo la capacidad de hacer un buen uso de las cosas disponibles y teniendo conciencia de vivir con el necesario para ser fiel a la misión. El sentido para vivir la pobreza es importante. Por eso es necesario tener una amor de unión a Cristo, tener despego, saber usar y ser responsable por lo que tiene en la comunidad, y hacer una opción preferencial por los pobres.

- Obediencia: Veo que es el punto de encuentro entre castidad y pobreza, compromiso de amar siempre más y la opción por compartir todo. Sin duda es fruto de un proceso interior (disponibilidad), de la Palabra de Dios y de los elementos que dicen respeto al valor comunitario de este voto; es muy necesario para la buena vivencia comunitaria y para ayudar a las personas a llegaren a una madurez humana y cristiana. Para eso, concuerdo con el que fue compartido pelo P. Rubén sobre la obediencia, que requiere de cada uno la capacidad de recibir, dar y compartir; de autonomía afectiva y autocontrol para resolver adecuadamente las frustraciones y para encarnar un ideal trascendente; adaptarse a nuevas situaciones y aceptarse a sí mismo, a los hermanos y la propia historia para interiorizar los valores del ideal con la fuerza del Espíritu y del yo.


4. “Teniendo a María como modelo y guía”

Recuerdo que desde pequeño tengo una admiración por María: siempre escuchaba hablar de ella (más aún que de Jesús). Pero, como fue creciendo, mi amor por Jesús creció y mi admiración por María también.

Ella es un modelo de mujer, que vive en comunidad: “Todos ellos (apóstoles) perseveraban en la oración y con un mismo espíritu, en compañía de María, la madre de Jesús (…)” (Hechos 1,14). Así, asumía su lugar como primera discípula de Jesús y animadora de la comunidad cristiana, que estuvo desde el principio a su lado…, siendo nuestro modelo y guía para nuestro encuentro verdadero con su hijo y maestro Jesús. Así, busco tenerla como ejemplo para mí opción de consagrarme y para asumir los consejos evangélicos (téngala siempre presente cuando rezo el “ángelus”):

- Castidad: “El ángel del Señor anunció a María; y ella concibió por gracia del Espíritu Santo” (Lc 1, 26-37). Desde que asumió ser a Madre de Jesús, ofreció su virginidad al Señor, entregándose y amando totalmente; abierta a acción de Espíritu. Es modelo de consagración y entrega de todo su ser al amor pleno y al servicio de Dios.

- Obediencia: “Eis aquí la esclava del Señor; hágase en mí según su palabra” (Lc 1, 38). María es la perfecta discípula que escucha las órdenes del Maestro y se entrega a su servicio, en espíritu de fe, acogida y fidelidad al proyecto de Dios. Obedecía para hacer la voluntad y porque sentía confianza en este que le llamó. Es modelo de aquella que participó de la obediencia de Cristo al Padre, que nos impulsa a querer también obedecer a la voluntad de Padre en nuestra vida y misión.

- Pobreza: “Y el verbo se hizo carne; y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). En este sentido, es importante observar como Dios se humilló y asumió nuestra condición (pobreza) humana. Y la Palabra de Dios se hizo carne en María. María, como su madre, era de una familia pobre, que vivía su condición: vivía en pobreza material, pero con total confianza y esperanza en Dios. Vive el espíritu de las bienaventuranzas y los exprime fuertemente en el Magnificat. Su ejemplo nos motiva a vivir con esperanza y libertad la condición y opción por los pobres, haciéndonos confiar en la gratuidad y providencia de Dios.